Etiquetas

viernes, 9 de mayo de 2014

Capítulo 4 de "Un viaje salvaje"

Espero que lo disfrutéis! 



4




Cuando mi padre se ha ido, me quedo un rato en el sofá pensando en todos los cambios que se están produciendo. Está claro que él es más feliz que nunca, algo que sé que a mi madre no le hace mucha gracia por el hecho de que no es con ella, sino con otra mujer. No estoy muy segura de lo que siente por mi padre, jamás habla de ello y es muy difícil que le pueda sonsacar nada al respecto, pero es lo que parece cuando le menciona.
Otra cosa que cambiará es que el piso en el que estoy ahora mismo acabará ocupado por otras personas y eso me da mucha pena. No he pasado tanto tiempo en él como para que lo considere mi hogar, pero me encariñé desde el principio y por alguna razón siento como si perdiera una parte de mí misma. Aunque fue un regalo, o más bien un soborno de mis padres, siempre será mi primera casa y me entristece no volver a tener mi pequeño refugio cuando vuelva a Madrid.
Debería pensar en la posibilidad de comprárselo, aunque no sé qué pensarán al respecto.
Estoy a punto de llamar a Carmen por teléfono para salir un rato, cuando alguien llama al timbre. Por un momento pienso que es mi padre que ha vuelto por algún motivo y tras mirar a través del agujerito de la puerta, me quedo de piedra por la sorpresa cuando veo a la persona que hay al otro lado: Johnny Harrison.
Mi corazón empieza a latir frenéticamente, me quedo desconcertada y por un instante siento fastidio porque mi corazón se revele de esta forma cada vez que pienso en él. Ahora está a apenas un metro de distancia y me falta el aliento, tiemblo de expectación y noto que me sonrojo como una adolescente. Queda claro que estoy sufriendo alguna extraña clase de enfermedad de atracción hacia él, parece que no puedo evitar verle sin que mi corazón no se acelere. No debí seguirle el juego cuando me propuso fingir una relación. Ahora no estaría suspirando como una damisela de novela de época por un hombre que, ni es un caballero de armadura brillante, ni se interesa realmente por mí, sino que solo me usa como un escudo contra otra mujer a la que no desea. “Qué asco”, pienso molesta.
—Tess, ¿me vas a abrir? Sé que estás al otro lado de la puerta —me dice en inglés. El muy cretino.
Se me pasa por la cabeza ignorarle y dejarle en la calle, pero si alguno de mis vecinos lo ve y lo reconoce, estoy segura de que la noticia acabará en los periódicos y no me apetece estar en boca de todo el país por esto.
—Hola —le digo al abrir la puerta. Él me responde con una sonrisa torcida que casi me derrite por dentro y por fuera—. ¿Qué haces aquí? ¿Y cómo es que sabes dónde vivo? —le suelto hablando rápido por culpa de los nervios.
—Cuántas preguntas —dice soltando una carcajada sonora—, he venido a verte y sé dónde vives porque Ellen me lo ha dicho.
—Claro, la muy desgraciada —digo mascullando en español para que no supiera qué le estaba llamando a mi amiga, solo medio en broma.
Me cuesta creer que le haya dado mi dirección sin más. Cuando se la anoté en su agenda para que pudieran localizarme cuando vinieran a España, no me imaginé que la fuera a usar de esta manera.
Se me pasa por la cabeza que Johnny solo está escapando de su admiradora y pienso, algo malhumorada, que precisamente tiene que venir a mi pequeño refugio para alterarme. Desde luego es cierto eso de que las desgracias nunca vienen solas; después de la posibilidad de perder mi piso, a veces también se presentan en forma de morenazo alto y atractivo con una peligrosa capacidad para destrozar el corazón de cualquier mujer que caiga en sus redes.
Antes de sucumbir, solo tengo que recordarme que el encanto es parte de lo que es: un gran actor consolidado que sabe cómo obtener lo que desea. No pienso permitir que me maneje a su antojo.
—¿Vengo en mal momento? —me pregunta sin tener la cortesía de disculparse—. Tenía que salir del hotel porque me estaban acosando —explica sonriendo sin necesidad de mencionar a Candice— y de esta forma aprovecho para decirte que esta noche queremos salir a cenar a algún sitio y necesitamos una recomendación.
—Puedo dártela, claro, pero yo no pienso salir.
—¿Y eso? —pregunta contrariado—. Ellen contaba con que te apuntarías la primera, dudo que quieras que venga a por ti.
Johnny se refiere, cómo no, a la persistencia de Ellen para conseguir lo que quiere. Nadie le dice nunca que no, posiblemente una vez, pero viendo que no para hasta que aceptas hacer lo que ella desea, siempre acabas aceptando para que no te torture con su inagotable insistencia.
No tengo claro que sea una buena idea estar todo el día cerca de él, pero como parece que no voy a poder escapar de su cuñada, tendré que intentarlo y de paso procurar no perder la razón entre otras cosas.
—Muy bien iré —le digo sin estar convencida en absoluto.
—Estupendo, no olvides que tienes que fingir que estamos saliendo —dice cambiando su semblante. Seguro que ha notado mi expresión de cabreo y pensará que me echaré atrás—. Me dijiste que sí, ¿ya te has arrepentido?
—No te preocupes, nunca rompo mis promesas —le digo con tono brusco.
—Vamos, tampoco es para tanto. No tenemos que hacer nada… a no ser que tú quieras —dice con voz seductora, provocando escalofríos por todo mi cuerpo. Le pongo mi mirada más fría de cabreo y él se ríe—. Es broma. Solo me gustaría que permanecieras cerca para que Candice se aleje todo lo posible de mí. Por favor —añade suplicando en voz baja.
—De acuerdo, pero no te pases. Sobre todo —digo suspirando— debes hablar con tus hermanos y Ellen, y les aclaras que todo esto es un montaje como los de tu serie, solo que… con menos sangre y puñetazos —sonrío.
Desde la puerta Johnny me observa y repasa de arriba abajo como si me estuviera estudiando. Mi piel hormiguea allí por donde pasa su mirada y mis piernas están empezando a temblar. Algo inevitable dado que toda mujer se sentiría atraída por su extraordinario atractivo. Despacio, me adentro hasta el salón y me dejo caer en mi sofá predilecto. Él se sienta justo enfrente.
—Así que, ¿te gusta “Ley salvaje”? —me pregunta entrecerrando los ojos.
—Sí, me encanta. Me gusta que sea sangrienta —digo riendo—, sobre todo que pongas en su sitio a esos macarras sin escrúpulos. A veces te pasas con tanta brutalidad gratuita —continúo sintiéndome animada—, me gusta que tu personaje sea tan letal y despiadado como policía y tan sentimental y tierno con Emily. En las cuatro temporadas que habéis estrenado he visto que ha evolucionado mucho como persona, sobre todo con ese carácter tan voluble que tiene, creo que al final conseguirá…
De repente noto que se queda callado y yo me siento un poco tonta por haberme puesto a parlotear sobre la serie. A menudo soy una bocazas cuando se trata de algo que me gusta y me siento avergonzada por haberlo hecho delante de él.
Me observa con una intensidad que provoca estragos en la boca de mi estómago y a la vez que me sonrojo, me disculpo y hago un gesto con la mano para restar importancia a lo que estaba hablando. Me sorprende cuando me agarra la muñeca suavemente y se acerca hasta sentarse a mi lado.
—Te gusta de verdad, ¿no?
—Claro, estoy enganchada a la serie desde el principio —le digo sonriendo.
—Sí, a la gente le gusta la serie, pero solo dicen que salimos demasiado vestidos o demasiado poco a veces, que somos muy serios, que le gustan los coches y las persecuciones… pero nadie habla de los personajes y de cómo trabajamos sus personalidades. Es más duro de lo que todo el mundo piensa. Casi nadie se fija en los matices como tú —se calla un instante y sonríe de forma seductora—, y no soy en absoluto tierno, ya sabes que incluso en las escenas de sexo, mi personaje es un animal con Emily.
Me quedo de piedra. Detesto hablar de esos temas con nadie, noto que me estoy poniendo como un tomate y que no voy a poder disimularlo de ninguna manera. Me aclaro la garganta y como él se da cuenta de mi malestar me pregunta si estoy bien con expresión inocente. Ni siquiera se ha dado cuenta del motivo de mi sonrojo, algo que yo agradezco, aunque me mira de una forma extraña que no sé cómo interpretar.
Para cambiar de tema le pregunto si quiere pasear, mientras le explico a qué sitios podemos ir a cenar y le advierto que tenemos que hacer reservas lo antes posible, porque muchos de los buenos restaurantes estarán abarrotados y estoy segura de que a ninguno le apetecerá cenar en una hamburguesería.
—¿Por qué dices eso? —pregunta extrañado—. A mí me encanta la comida basura —dice riendo.
—No lo sé, imaginé que no te apetecería cenar en un sitio tan corriente.
—Entiendo —me mira y niega con la cabeza—. Crees que por ser alguien famoso y que cobra sumas elevadas, me siento superior y no voy a esos establecimientos, pero te aseguro que no es así.
—No quise decir eso —refunfuñé.
—Tranquila, no pasa nada —dice con una media sonrisa, me da la impresión de que no le ha molestado mi comentario, aunque la verdad es que no lo hice con esa intención—. Pero te aseguro que la fama no se me ha subido a la cabeza. No voy por ahí sintiéndome superior a la gente que va a mi alrededor, pero muchas veces la prensa solo habla de lo que le conviene.
—Ya. —Empiezo a darme cuenta de que no es la persona que creí en un principio.
—Así que ya sabes, no se te ocurra desprestigiar las hamburguesas en mi presencia, ¿entendido? —dice arqueando una ceja—. Con Ellen puedes hacerlo, no las soporta.
—Lo sé —le digo sonriendo.

Después de un breve paseo cerca de casa, quedamos en vernos a las nueve en el parking de uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Ellos se alojan en un hotel cercano y además es perfecto para tomar unas copas después, porque tiene cerca varios sitios muy buenos, me imagino que será una buena combinación para esta noche.
Johnny se queda en la entrada de su hotel y cuando nos estamos despidiendo veo a Carmen salir abrazada por Andy. En este momento los cuatro nos miramos y ponemos cara de circunstancias porque la situación no puede ser más extraña. Ahora veo porqué no me ha llamado en todo el día y solo me ha dejado un mensaje aceptando salir de cena esta noche. Enseguida la tomo del brazo y le sonrío maliciosamente.
—Tú ven aquí —le digo—. Nos vemos luego chicos —me despido en inglés de los hermanos.
Cuando estamos lo suficientemente lejos de la entrada del hotel para que no se nos escuche le pregunto a mi amiga casi gritando:
—¿Se puede saber qué haces con Andy Harrison? —pregunto exaltada. Suspiro y cambio mi tono por otro más moderado—. No hace falta que respondas, tu cara me lo dice todo —digo riendo.
—¿Pero tú le has visto bien? Con traje está buenísimo, pero ese vaquero ajustado… —dice mordiéndose el labio con exageración.
Las dos nos reímos a carcajadas mientras caminamos por la acera y Carmen me va relatando lo ocurrido sin dejarse ni un solo detalle guardado. Me siento un poco incómoda y no sé porqué, siempre nos lo contamos todo, aunque yo no tenga mucho que contar, pero ella siempre ha sido muy abierta de ideas en ese sentido y no le cuesta hablarme de sus intimidades. Le gusta compartir toda su vida conmigo, como es mi mejor amiga yo escucho siempre sus idas y venidas, y me gusta que confíe en mí como para que no tengamos ningún secreto.
Nos despedimos para encontrarnos en mi piso dentro de una hora, Carmen va a recoger algunas cosas a su casa y volverá para empezar a arreglarnos y seguir cotilleando sobre los atractivos actores que nos tienen tan encaprichadas a las dos. Claro que yo no pienso decirle que mis sentimientos empiezan a ser algo más que platónicos. Nadie tiene porqué saberlo, al menos mientras ni yo misma lo tenga claro del todo. No es que no confíe en ella, siempre ha guardado mis secretos y en especial uno muy delicado para mí, pero a menudo me cuesta trabajo exponer mis sentimientos y como sé que tarde o temprano confesaré, siento que de momento no estoy lista para hacerlo.
Me he arreglado a conciencia. Llevo puesto un vestido negro corto, con unos tirantes gruesos y un escote recto. Llevo unos tacones altos para estilizar mis piernas y mi pelo moreno suelto después de habérmelo alisado un poco con la plancha.
En cuanto Carmen me ve, elogia mi figura diciendo que estoy preciosa y agradeciéndoselo con una sonrisa veo que ella está aún más impresionante. Lleva un vestido blanco y gris a rayas y anudado al cuello, con unas sandalias de plataforma y un recogido sencillo.
La verdad es que nos parecemos bastante, ella lleva ahora unas bonitas mechas en el pelo y es unos centímetros más baja que yo, pero siempre nos han dicho que parecemos hermanas. Solo falta que sus ojos fuesen verdes como los míos y no azules, en ese caso incluso nosotras nos habríamos planteado la posibilidad de que fuésemos parientes, porque hasta nuestros gustos y forma de ver las cosas son similares.
Me miro con detenimiento en el espejo de cuerpo entero y sonrío conforme. No pretendo impresionar a nadie, pero… ¿a quién no le gusta ir a cenar con una apariencia perfecta?
—¿Estás segura de que lo tuyo con Johnny es solo un montaje? —me pregunta con voz socarrona y entrecerrando los ojos—. Parece que quisieras atraer todas sus miradas…
—No sé por qué dices eso, es evidente que está buenísimo, pero de ahí a querer algo con él… hay un abismo —le digo disimulando que estoy nerviosa.
—Prométeme que tendrás cuidado —dice seriamente.
—¿Por qué me dices eso? —le miro a través del espejo—. ¿Es que Andy te ha contado algo sobre su hermano?
—Claro que no —contesta sonriendo cariñosamente—, pero no quiero que vuelvan a hacerte daño —dice refiriéndose a una historia de mi pasado—. Yo tengo muy claro lo que quiero esta semana, y lógicamente no es algo duradero. Pienso disfrutar porque estoy cansada de esperar al hombre perfecto después de mi estrepitoso fracaso —se pone seria y me mira con preocupación—. Tú sin embargo me preocupas, sé que intentas esquivar las relaciones desde hace años, pero eso no quiere decir que ellas no vengan a ti, créeme cuando te digo que es difícil no caer en las redes de estos dos chicos.
Mi amiga suelta un suspiro y me mira mientras se encoge de hombros. Sonríe a la vez que me toma del brazo y me guía a través de mi piso hasta la salida. Yo mientras, voy dándole vueltas a la cabeza. A veces es abrumador que alguien te llegue a conocer tan bien, porque no puedes ocultarle nada aunque quieras. A menudo Carmen se da cuenta de cosas que ni yo misma soy capaz de ver y aceptar.
Cuando nos estamos acercando al restaurante donde hemos quedado con mis amigos estadounidenses, Carmen empieza a hablar sobre Andy y lo guapo que está. La verdad es que el look casual le sienta de maravilla, pero los trajes incluso mejor. Ninguno de los hermanos aparenta los treinta y cinco años que tienen. Johnny va algo más formal que esta tarde, lleva un pantalón negro de vestir y una camisa blanca que resalta su piel ligeramente bronceada. Los mechones de su pelo castaño le rozan la frente y me dan ganas de pasarle las manos para ponerlo en su sitio. Siento un hormigueo en mis dedos, que se va extendiendo por todo mi cuerpo cuando veo que me mira fijamente y después me repasa de arriba abajo. Esa sonrisa torcida me está volviendo loca y noto que se me están aflojando las rodillas. Se acerca a mí y después de decirme con zalamería que estoy muy guapa, me besa en la mejilla y me toma de la mano. Me recuerdo a mí misma que lo único que está haciendo es interpretar un papel para que una muy enfadada modelo rubia, la cual nos mira con cara de querer liquidarnos, piense que estamos saliendo y se aleje de él, al menos durante la semana que durará su estancia en Madrid.
Vamos hasta nuestra mesa y mucha gente nos mira con curiosidad. Es un restaurante muy exclusivo de la ciudad, pero los conocidos actores causan ese efecto allá por donde van y es inevitable que los presentes se percaten de quienes son. Al menos estoy casi segura de que aquí nadie se va a levantar de su mesa para pedir un autógrafo.
Me siento mal al ver a Candice sentada justo delante de nosotros dos. No me gusta mentir ni fingir, con respecto a nada, pero ya que he aceptado ayudar a Johnny a evitarla, y ella no deja de mirarme con cara de pocos amigos, debo al menos disimular e intentar que la semana sea lo más llevadera posible. Resignada pienso que los días que tenemos por delante van a ser muy largos…
La cena trascurre con una tranquilidad algo tensa a veces, la conversación es animada a pesar de que a Carmen le cuesta seguirla a menudo. Como está a mi lado, yo voy hablando a dos bandas y le traduzco lo que puedo mientras comemos. Andy a su lado charla con ella en susurros y a veces los escucho perfectamente, él procura hablarle en castellano aunque a menudo le suelta frases obscenas en inglés. Es entonces cuando me incomodo hasta los extremos y me giro para decirle cualquier cosa a Johnny que, sentado a mi otro lado me observa de reojo. Más de una vez noto que Andy me mira y es consciente de que puedo oírle y no sé por qué está siendo tan descarado, ya que aunque los demás no se están percatando de nada, yo puedo escucharle y no entiendo porqué no disimula mejor.
Carmen se disculpa y se va al baño. Yo aprovecho el momento para escapar de allí con ella y de paso poder serenarme, ya que mis nervios están más alterados con cada minuto que pasaba.
Me quedo frente al espejo esperándola y cuando sale sonriente le digo con malicia que deberían irse a la habitación del hotel de Andy, en lugar de seguir con la fiesta delante de todos. Me mira extrañada y me doy cuenta de que no ha sido consciente de que he podido oírles todo el rato. Se sonroja y veo que está tan embelesada con él que ni ha pensado que están en un lugar público y que deben ser más discretos con sus escenitas románticas.
Las dos salimos del baño riéndonos y cuando vamos hasta la mesa que ocupamos solo vemos a los gemelos hablando hasta que nos acercamos. Al parecer el resto ha salido a fumar antes de tomar los postres y están en una de las salas exteriores habilitadas para ello.
Carmen y Andy se ponen a cuchichear, su hermano y yo nos miramos sin saber muy bien qué decir.
Andy que me observa con una rara expresión me pregunta:
—¿Tess te encuentras bien?
—Claro —le digo intentando ocultar mi incomodidad por haber escuchado lo que le ha dicho a mi amiga durante la cena—. ¿Por qué?
—No, nada… —se echa a reír y yo estupefacta le miro y me doy cuenta de algo.
—Te estabas cachondeando de mí todo el rato, ¿no? —le pregunto con los ojos entrecerrados.
Andy no puede ni hablar, se echa a reír a carcajadas hasta que después de unos instantes consigue recomponerse.
—Lo siento, es que tenías una cara muy graciosa, solo te tomaba el pelo —me dice el muy desvergonzado—. No te enfades conmigo, anda, solo era una broma.
—Tampoco es para tanto —digo con tal de que se calle y pongo los ojos en blanco—. ¿No os ibais? —pregunto a mi amiga en español.
—Sí, nosotros tomaremos el postre en otro sitio, si no os importa —dice Carmen sonriendo descaradamente—. Vámonos.
Le toma de la mano y aunque Andy no ha entendido ni la mitad de lo que ésta ha dicho, queda claro que desea estar a solas con ella porque no pone ningún impedimento cuando Carmen le guía hasta la salida.
—¿Se puede saber a dónde van esos dos? —suelta Johnny extrañado.
No ha dicho nada sobre mi conversación con su hermano y no sé si es que está acostumbrado a su sentido del humor o estaba al tanto de la situación y se divertía a mi costa también. Prefiero ignorarlo de momento.
—¿En serio me lo preguntas? —le digo enarcando las cejas—. Llevan toda la cena lanzándose indirectas. Me extraña que no se hayan ido en mitad de la comida —le digo riéndome.
—Sí, creo que se gustan.
Me quedo pensativa y no le respondo. No sé qué decir y simplemente me encojo de hombros. Me mira fijamente y me siento algo violenta así que desvío la mirada y me quedo congelada cuando veo a quien tengo delante, a unas cuantas mesas de distancia.
A pocos metros de donde estamos sentados veo al hombre que me rompió el corazón hace más de cinco años y a su perfecta y adecuada acompañante.

Sebastián Garrido fue el novio perfecto: estudiaba una carrera universitaria mientras ayudaba a sus padres en las oficinas donde ambos ejercían como abogados; era amable, atento, comprensivo y paciente conmigo. Yo estaba perdidamente enamorada aunque no dudaba del hecho de que las relaciones podían romperse, como les pasó al matrimonio de mis padres. Creo que fue por ese hecho que no llegué a entregarme a él por completo.
Entonces era joven, pero no una ingenua, y pensaba que en el momento en que se lo das todo a un hombre, pierde el interés que pueda tener en ti. Sabía que eso solo les había ocurrido a algunas de mis amigas, pero era todo lo que necesitaba para postergar el momento de acostarme con él hasta estar segura de que era el amor de mi vida.
Cuando se acercaba el momento de nuestro primer aniversario intenté mentalizarme de que había llegado la hora de dejar mi inseguridad a un lado y dejarme llevar, como me decían mis amigas una y otra vez. Quería que fuese un momento especial, así que durante semanas seguía parándole los pies cada vez que se calentaba más de la cuenta. Yo también lo deseaba, no podía negarlo, pero eso no me alentaba a seguir adelante cuando estábamos juntos. Siempre había algo que me lo impedía, una sensación que hacía que a la vez que me incitaba a continuar, me empujaba a alejarme a toda prisa. No entendía el motivo, pero estaba decidida a olvidar mis miedos y luchar por una relación que creí que tenía futuro.
Dos días antes de nuestro aniversario lo tenía todo planeado: iríamos a cenar a algún sitio romántico, daríamos un paseo nocturno hasta el piso que acababa de estrenar gracias a mis padres y pasaríamos una noche mágica, juntos a la luz de las velas. Me había comprado para la ocasión un vestido muy primaveral y lencería atrevida, había ido a la peluquería y al spa, donde me había hecho todo tipo de tratamientos, incluyendo una depilación completa. Estaba con el móvil en la mano esperando a que Sebas me llamara para decirle que le invitaría a cenar aquel señalado día, cuando él apareció en mi puerta. Parecía nervioso, triste y preocupado por algo. En ese momento solo pensé que algo había ido mal en el trabajo ya que algunas noches llegaba en el mismo estado de la oficina. A menudo cenábamos juntos en mi piso, aunque solía llamarme antes de venir, lo que en ese momento me sorprendió un poco, pero yo me alegraba de verle y era lo que más me importaba. Al fin y al cabo, necesitaba los planes para nuestro aniversario. No pensé que se fuese a olvidar, pero por si acaso no iba a quedarme esperando a que él me regalara algo bonito y ya está, tomaría la iniciativa y por una vez sería yo la que organizara algo especial para los dos.
Pero con lo que no conté fue con el hecho de que él venía dispuesto a romper conmigo.
Tenemos que hablar” es una expresión que se suele utilizar en el cine cuando un chico le dice a la chica que se ha buscado a otra y que pasa de ella. Pues justamente él comenzó soltando esa frase y todo tipo de acusaciones contra mí, diciéndome que no le quería, no confiaba en él, que no pasaba suficiente tiempo a su lado porque prefería a mis amigas, que desaparecía de viaje cada vez que quería sin contar con nadie más… y en un momento dado, mi mente desconectó. Siempre había sido muy comprensivo en ese aspecto de nuestra relación. Trabajaba mucho y a menudo me animaba a pasar tiempo con otras personas cuando él estaba ocupado. Decía que era increíble que pudiera viajar tanto, él quería poder hacer lo mismo algún día y siempre me deseaba un buen viaje, aunque cuando estábamos juntos yo no solía irme con tanta frecuencia como cuando estaba soltera.
El tema de la confianza era discutible. Yo no quería meterme en la cama con él por miedo a que, aunque era un chico maravilloso, seguía siendo un hombre y pensaba que el sexo estaba bien hasta que uno de los dos se aburre del otro y al final casi con total seguridad son ambos los que salen heridos y con una relación rota e imposible de conservar, ni siquiera como amigos. Eso era lo que más temía de todo.
Estaba segura de que si le hablaba sobre lo que sentía, pensaría que era algo absurdo y aunque ni yo misma estaba segura al cien por cien sobre mis reflexiones sobre ese tema, le pedí por favor que no tomara esa decisión por los dos. Le aseguré que le quería y no deseaba perder lo que teníamos.
Su respuesta me dejó helada: “Ya está todo perdido”.
Se alejó de mi lado y de mi vida para siempre. Lloré sin parar durante esos dos días, Carmen vino a verme cuando supuestamente deberíamos estar celebrando nuestro aniversario y vi que estaba furiosa. Había hablado con ella por teléfono porque no deseaba ver a nadie, pero no es de esas personas que se dan por vencidas fácilmente y vino igualmente para saber cómo estaba en realidad.
Cada vez que me miraba la veía más enfadada, estaba segura de que no soportaba que mi ex novio me hiciera sufrir de esa forma, pero notaba que había algo que no me estaba contando. Parecía a punto de estallar por alguna razón que yo desconocía e intenté que me contara qué era lo que la enfurecía de ese modo. Pensé que habría roto con su novio, pero eran la pareja perfecta y dudé, hasta que me di cuenta de que Sebas y yo también formábamos una pareja perfecta, o al menos eso creí, pero que eso en realidad no existe.
Después de mucho rato discutiendo sobre el hecho de que debía olvidarme de él y pasar página, pude sacarle la verdad. Se había enterado de que Sebas ya salía con otra chica, y no cualquiera, sino la maravillosa y perfecta Maite Fernández. Ella trabajaba como secretaria de la madre de éste y ambos compartían el mismo despacho, ya que él ayudaba a su padre mientras estudiaba la carrera.
En ese momento me enteré de que Maite también estaba en la universidad con Sebas y que se conocían desde hacía varios años y aunque hasta ese momento no había pasado nada entre ellos, tras tomar la decisión de romper conmigo, porque ya no quería estar a mi lado, empezaron a verse.
Estaba confusa por toda la información que me estaba dando mi amiga, así que le pregunté cómo es que ella sabía todo eso; me explicó que había ido a hablar con Sebas a las oficinas cuando la interceptó Maite y le estuvo explicando lo sucedido. Al parecer era todo encanto y dulzura, pero eso no aplacó la ira de Carmen que intentó darle un puñetazo cuando Sebas apareció y las separó.

Aquello había quedado enterrado y olvidado, pero al ver al hombre que me amargó esos meses posteriores a nuestra ruptura, y a la preciosa rubia que estaba sentada a su lado, me doy cuenta de que yo no fui ni mucho menos su pareja perfecta, porque ante su actual novia no tenía nada que hacer. Sebas y yo no tenemos nada en común y aunque a mí eso me daba igual en el pasado, creo que tenía que haberme dado cuenta de ese detalle antes de haber llegado a enamorarme y estar a punto de hacer algo de lo que me hubiera arrepentido con el tiempo. Aunque tener que anular la reserva para la celebración de nuestro aniversario y devolver toda la ropa que me compré, me había humillado más que nada que hubiera hecho en toda mi vida, al menos no me había acostado con él. Lo que habría resultado más embarazoso todavía y algo que no tenía remedio posible.
Un instante antes de retirar la mirada, noto que la pareja nos observa. Johnny mira en la misma dirección que yo y notando mi malestar me pregunta quiénes son. Se lo digo sin intentar ocultar la verdad, ni el dolor que me hace sentir, el hecho de tener que explicarle que es mi ex novio y su nueva novia. Él me observa pensativo.
—Una bonita historia, supongo —suelta con sarcasmo—. ¿Qué pasó? Si puedo preguntar… —dice suavemente.
Bajo la mirada y por el rabillo del ojo percibo que la pareja se pone a hablar y se levanta. Por un instante creo que se van a marchar, pero empiezan a caminar hacia nosotros mientras observan a Johnny con interés. Está claro que el encanto de Sebas ha menguado con los años, de lo contrario no se acercaría a mí después de lo que me hizo y no arrastraría, literalmente, a su novia, a la que se le ve claramente incómoda.
—Vienen hacia nosotros, no me lo puedo creer —le digo apresuradamente—. Será capullo —mascullo en inglés para que el hombre que se acerca no pueda entenderme.
Sé que los idiomas nunca han sido su fuerte. A menudo me decía que la carrera que estudiaba no me serviría de nada, y aunque ahora eso me da igual, me encantaría restregarle por la cara el éxito que me ha proporcionado. Lo descarto de inmediato, porque la verdad es que espero que nuestra conversación sea lo más breve posible. Por un instante deseo que haya entendido lo que acabo de llamarle prácticamente en su cara.
Me doy cuenta de que no es así porque me sonríe de oreja a oreja. Maite se mantiene en un segundo plano y con la vista clavada en sus zapatos de tacón. La conocí poco cuando yo aún salía con Sebas y me había parecido una buena chica. Viendo su incomodidad, creo que no está a gusto plantándose delante de mí con él y eso dice algo bueno en su favor. Con quien realmente estoy enfadada es con mi ex, aunque después de tantos años sin vernos ha muerto cualquier sentimiento que haya tenido por él en el pasado.
Es increíble que esté incluso más guapo de lo que recordaba y viéndolos pienso que hacen una pareja ideal, ya que la mujer que tiene a su lado es preciosa, aunque me cueste admitirlo.
Johnny me sorprende cuando se levanta cogiéndome de la mano y dándome un beso en la mejilla, me susurra al oído.
—No te preocupes.
Suelto una risa nerviosa porque el roce de su barba me deja un delicioso hormigueo. Me sujeta por la cintura y me aprieta hasta que quedamos pegados el uno con el otro. Me siento radiante de felicidad cuando Sebas se da cuenta de nuestro acercamiento y su expresión se ensombrece. Intenta ocultarlo con una sonrisa falsa y a su vez toma a Maite de la mano, algo que interpreto como una muestra de inseguridad por su parte. Siento un regocijo algo perverso al ver que no está tan cómodo como aparenta y sin poder evitarlo me alegro interiormente. “Esto te pasa por querer vacilar”.
—Hola Teresa. Cuanto tiempo hace que no nos vemos —dice mirando hacia Johnny, éste mantiene una expresión impasible.
—Más de cinco años, desde que me dejaste plantada dos días antes de nuestro primer aniversario —le suelto sonriendo, aunque por dentro estoy que echo fuego en el mal sentido. Ni siquiera me mira, el muy imbécil—. Me alegro de verte Maite.
Me está afectando más de lo que creí, el tenerlo justo delante de mí. Pero no estoy dispuesta a dejar que lo vea. Además, me doy cuenta de que está muy ocupado admirando a mi atractivo acompañante e intento imaginar qué tipo de interés puede tener en él. Cuando menciono el nombre de la mujer, ambos me miran directamente. Él un poco sorprendido y ella avergonzada, se nota claramente que no desea estar aquí y me saluda tímidamente.
—¿No nos vas a presentar? —pregunta Sebastián señalando con la cabeza al hombre que me tiene apretada contra él.
—Claro —digo sarcásticamente—, éste es Johnny Harrison, supongo que lo conoces de la serie policíaca “Ley Salvaje”, ¿no?
—Sí —afirma entusiasmado.
Que desgraciado”, el muy idiota seguro que se ha acercado a nosotros para conocer a Johnny y parece haber olvidado los prejuicios que haya podido tener para presentarse con su novia.
—Johnny —le digo hablando en inglés tranquilamente—, este es Sebastián, al parecer un cretino insensible, y ella es su novia Maite —sonrío levemente sintiéndome satisfecha por insultar a mi ex en su cara sin que sea consciente y deseando decirle mil cosas peores.
Él, valorando la expresión de los dos, estrecha la mano de Sebastián sin apenas mirarle y cuando saluda a su acompañante, le sonríe amablemente. Por su expresión, parece que solo quiere ser educado, aunque no estoy segura.
—Sebastián… —dice pronunciando su nombre con cierto tono despectivo—. ¿En serio? —me pregunta a punto de echarse a reír—. ¿Ese no es un nombre de gato?
No puedo evitar reír y esconder mi cara en el hombro de Johnny para evitar soltar una carcajada y aunque estoy segura de que Sebas no han entendido el comentario, es evidente que me río de algo relacionado con ellos porque han oído su nombre. No dice nada al respecto y a cambio me sorprende cuando dice:
—Me encanta la serie “Ley Salvaje”, ¿crees que nos firmaría un autógrafo a Maite y a mí?
Me quedo de piedra. Por un momento pensé que se han acercado a saludar y conocer al actor, desde luego no esperaba una disculpa, no es algo que vaya con él; pero al menos creí que se cortaría un poco y sería amable y no un oportunista, después de haber pasado tanto tiempo.
Solo está frente a nosotros para que le firme un papel el famoso actor que está a mi lado.
Debe de haber notado mi rigidez porque enseguida Johnny me acaricia la espalda haciendo que me relaje con su contacto.
—¿Qué ocurre? —me pregunta en voz baja.
—Quiere un autógrafo, el muy gilipollas —digo entre dientes. Sebastián nos mira a uno y a otro sin entender nada.
—No me apetece firmar autógrafos, y menos a este tío —me informa destilando desprecio en cada palabra.
Sonrío ante el pequeño embuste. Sé que siempre firma posters, revistas y es amable con sus seguidores, pero me agrada que tenga ese detalle conmigo.
Tras negárselo de la manera más amable posible diciendo que Johnny no quiere que todos los comensales empiecen a reconocerlo y a pedirle autógrafos, Sebas se queda decepcionado y se despiden rápida y fríamente de nosotros para ir a su mesa, dejando claro que solo se han acercado con ese propósito.
—Lo siento —digo derrotada —ese tío no tiene remedio.
—No lo sientas, creo que te libraste de un idiota —dice seriamente— ¿me puedes contar qué pasó?
—No hay demasiado que contar —comienzo—, cuando salíamos yo creía que todo iba bien entre nosotros, pero justo antes de nuestro primer aniversario me dejó y al parecer celebró nuestra ruptura con la mujer que ahora está cenando con él —le explico desviando la vista hacia donde se encuentran, veo como él sigue observándonos a distancia—. Al parecer una relación no es de verdad si no hay sexo de por medio.
—¿Te dejó porque no te acostabas con él?
Me avergüenzo por haberme ido de la lengua, ojalá no hubiera abierto la boca. Ahora tengo a un hombre atractivo, y seguramente demasiado experimentado, mirándome sorprendido por lo que le acabo de contar.
—No exactamente… al menos tuvo el detalle de no mencionarlo abiertamente cuando me dejó —le digo sin poder contenerme.
Mi voz se va apagando y noto que vuelve a dolerme el corazón al recordar la amargura que me embargó los meses posteriores a nuestra ruptura. Yo creí que estaba siendo paciente conmigo, pero al parecer no lo suficiente como para dejar que yo decidiera el dónde y cuándo.
—Ojalá pudiera hacer que se sintiera tan mal como me sentí yo entonces —le digo con amargura.
Le miro y veo que entrecierra los ojos. Despacio se aproxima hasta quedar muy cerca y me acaricia el pelo para apartarlo hacia atrás. Deja sus dos fuertes manos detrás de mi cuello y me sostiene así hasta que acerca sus labios hasta los míos.
Me da pequeños besos suaves y entonces noto que me aprieta más contra él para profundizar el beso. Como estamos sentados, no puede acercarse más, pero entonces siento deseos de abrazarle y notar el calor de su cuerpo contra el mío. El beso se hace más intenso y noto que acaricia mi pelo y con la otra mano, baja por mi brazo derecho hasta coger la mía. La aprieta suavemente y entrelaza nuestros dedos. En este momento noto una extraña conexión entre los dos, que espero que él haya advertido también. Es como una corriente eléctrica que me recorre el cuerpo y me hace sentir más viva que nunca.
Se separa dándome el beso más tierno que me han dado en toda mi vida. Sujetándome la cara con las dos manos y acariciando mis mejillas a la vez, me mira profundamente a los ojos haciendo que me sienta la mujer más especial del mundo.
—Pues no sabe lo que se pierde —me dice con voz ronca.
En este momento entran por la puerta nuestros amigos y pasan muy cerca de donde están sentados Sebas y su novia. Veo que Carmen le lanza una mirada envenenada a éste e ignora deliberadamente a Maite. Pero ninguno de ellos mira hacia la puerta, sino que nos observan a nosotros y entonces me doy cuenta del espectáculo que acabamos de dar para toda la sala.
Me sonrojo violentamente y me doy cuenta de mi error. Estamos abrazados y Johnny vuelve a sostener mi mano. Todos se quedan mirándonos porque se supone que estamos simulando una relación para que Candice no intente nada con él, pero hace un momento estábamos los dos solos y no tendríamos porqué fingir nada. Todo el mundo parece sorprendido, exceptuando a las dos modelos que me miran sin poder esconder sus celos.
—¿Os habéis fumado un paquete entero cada uno? —pregunta Johnny como si nada, alejándose un poco y dejándome con un extraño vacío.
Sabiendo lo buen actor que es, no debe extrañarme que pueda disimular de esta manera. Y la verdad es que prefiero pensar eso a la segunda opción: que para él no ha sido más que otro numerito para darle una lección a mi ex novio. La verdad es que no me parece mal del todo, pero creo que estamos empezando a jugar en un terreno muy peligroso.
Intento disimular mi reciente inquietud comportándome con toda la naturalidad de la que soy capaz. No puedo dejar que se acerque demasiado, o acabaré con el corazón roto de nuevo.


Recuerda que puedes encontrarla en:

No hay comentarios:

Publicar un comentario