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lunes, 22 de febrero de 2016

El frágil lazo del amor - Fragmento


¡Buenos días a todos! 
Antes de nada, deseo daros las gracias por haber leído y comentado mi novela en amazon. Espero que os sigáis animando a adquirirla. Para los que aún no la hayáis leído, os dejo un extracto que deseo que os guste.





Me dirigí a la puerta que se encontraba a pocos pasos de distancia, ya que la cocina era como una caja de zapatos, algo con lo que solíamos bromear entre los profesores.

—Bueno, voy al baño…

No terminé de hablar cuando, al alcanzar el pomo de la puerta, alguien se me adelantó y casi la estampa en mi cara. Di varios pasos hacia atrás para terminar chocando con un pecho firme y unos brazos cálidos y fuertes que me sostuvieron antes de que mi trasero se empotrara con el suelo.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó Bryanna con los ojos muy abiertos, llenos de preocupación.

—Lo mismo digo —solté en voz baja, aunque por distinto motivo.

Las manos de Ethan, sujetando mis brazos y su torso pegado a mi espalda, estaban causando estragos por todo mi cuerpo. Solo podía pensar en que se estaba muy a gusto y no deseaba moverme de allí. Pero alguien tenía que estropear el momento, y mi amiga venía directa hacia mí con cara de culpabilidad. Me dieron ganas de decirle que no pasaba nada, que todo era como tenía que ser y que me dejara disfrutar de ese instante. Si bien poco apropiado, era sorprendentemente placentero.

—Por favor, dime que no es café lo que te he tirado por encima —dijo con el ceño fruncido—. O te dejará una mancha horrible en tu jersey.

Se la veía tan preocupada que no se fijó en que aún llevaba el vaso con un resto de agua en la mano y que era imposible que eso dejara mancha alguna. Lo dejé encima de la mesa, separándome de Ethan y de su calidez.

—No, tranquila, si solo es agua —expliqué.

Toqué mi jersey y noté que tenía toda la parte delantera empapada. Apenas se notaba porque el color marrón oscuro lo disimulaba un poco, pero estaba chorreando y antes de que me mojara los pantalones también, me lo quité de un tirón.

—Vaya —me quejé—, no se secará antes de mi clase —dije consternada.

Lo puse encima de una silla y miré hacia donde estaban Ethan y Bryanna, uno al lado del otro. Se habían quedado mudos de golpe y me miraban con una extraña expresión de asombro. Tenían la boca abierta y ni siquiera parpadeaban mientras observaban mi camiseta con interés. Fruncí el ceño preocupada. Llevaba un top de tirantes debajo, así que no era como si me hubiera quedado desnuda delante de ellos.

—¿Qué pasa? —pregunté inquieta.

—Amber, deberías cambiarte… y pronto —murmuró Bryanna señalando mi camiseta.

—Ya lo sé. No puedo estar en tirantes o me congelaré, además…

Iba a decir que también la notaba un poco húmeda, pero eso no era todo. No recordé que, lo que llevaba, era una fina camiseta de color blanco debajo y, tampoco, lo que solían pasarles cuando se mojaban. Se transparentaba toda la parte de mis pechos y revelaba, con todo lujo de detalle, mi sujetador blanco con corazoncitos negros. Era como una radiografía sin necesidad de rayos X. Solté un grito.

Tan rápido como pude, me tapé de nuevo con el jersey, olvidando que estaba tan mojado, que era mucho peor.

—No creo que sea una buena idea —masculló Ethan entre dientes, tan tenso como una tabla.

Lo volví a dejar en la silla y me tapé con las manos y los brazos como pude. No llevaba nada en mi bolso o en el coche para cambiarme. Estaba realmente desesperada y sabía que todo eso podrían verlo en mi expresión.

—¿Y qué propones? —inquirió con sorna. Bryanna le miró con una sonrisa traviesa.

—Se me ocurren unas cuantas cosas —la voz de Ethan se volvió ronca, tan suave como la seda, provocando varias reacciones inapropiadas a mi cuerpo, ya alterado.

El ambiente se cargó de electricidad. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Y yo quise que la tierra me tragara. No podía creer que Bryanna se estuviera divirtiendo con la situación.

—Ya… —nos miró a ambos y la sonrisa de mi ahora “ex amiga”, se acentuó aún más. No me lo podía creer—. Será mejor que os deje solos.

—¿Qué? —grité con desesperación.

Me miró y levantó las cejas. Su insinuación estaba clara.

En cuanto resolviera el problema que tenía entre manos, literalmente, iba a torturar y matar lentamente a mi compañera.

Cuando cerró la puerta al salir, me puse tan nerviosa que empecé a temblar. Ethan se acercó hasta mí con expresión preocupada, pasó sus cálidas manos por mis brazos y con la mano en mi barbilla, me hizo mirarle a los ojos.


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¡Un abrazo muy fuerte!



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